La singularidad de la obra literaria, en comparación con otras manifestaciones artísticas como una escultura, cuadro o composición musical, es que su materia prima son las palabras y las letras, es decir, el lenguaje, del que todas las personas se sirven para expresarse, la mayoría de las veces sin pretensiones estéticas. Una instancia no es una obra literaria, ni un informe de una compañía de seguros por muy bien escrito que esté. La razón principal es que quien o quienes los han escrito no han pretendido realizar una creación artística. Sin embargo, hay textos técnicos que sí lo son, como el Informe en el expediente de Ley Agraria, porque su autor, Jovellanos, sí tenía inquietudes literarias.
Así pues, se suele admitir que para que un texto tenga valor literario debe reunir las siguientes características: intención del autor en realizar una creación estética; uso de un lenguaje literario, lo que no significa que tenga que estar cargado de figuras retóricas o de vocablos cultos y poéticos; validez universal, esto es, que no vaya dirigida a una sola persona (receptor individual), sino a un público general y desconocido (receptor universal); destinada a gustar, a proporcionar un placer estético por encima de consuelo, alegría, información o formación.
La literatura, entendida como producto elaborado del lenguaje, influye también en la conciencia que los hablantes tienen de su propia lengua. Recoge los usos de la calle pero cada escritor, a su vez, mediante su manera singular de combinar las palabras, de transgredir incluso la sintaxis normativa, estimula (como otras artes) una nueva percepción del mundo y de los términos que lo designan; renuncia a los lugares comunes y a los tópicos que transmiten, precisamente, una visión adocenada y simplista de las relaciones entre los seres humanos. La literatura, en tal sentido, aun guiándose por sus propias leyes de composición, no puede desprenderse de los cambios sociales, del contexto histórico que le ha dado origen ni de las demás áreas del conocimiento humano.
Tendencias más recientes de la crítica literaria y de la reflexión estética consideran que no debe aislarse el estudio de una obra literaria de otros productos que, como los géneros introducidos por los medios de comunicación de masas (cómic, fotonovela, telenovela, canción popular), aportan datos para el estudio y la comprensión de un fenómeno que depende de los cambios sociales y de la revisión permanente de la juicios de valoración artística. El posmodernismo y, sobre todo, el neobarroco aparecen como nuevas respuestas o hipótesis destinadas a poner en cuestión el amplio campo denominado literatura.
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