miércoles, 21 de noviembre de 2007

Renovación del relato.

Inicios de la narrativa de la posmodernidad: la desvinculación de la narrativa de la violencia
Mi decisión tiene que ser rápida y definitiva. Sin dar vuelta de hoja.
Ahora sí me la pusieron difícil.
Marco Augusto Quiroa
La literatura, como producto social, no podrá desvincularse totalmente de su época, y reflejará en ella la cultura material (ciencia, tecnología y política) y la cultura espiritual (tradiciones, pensamiento); esto marcado por los hitos que configuran una sociedad.
Desde 1970, la literatura guatemalteca estuvo marcada por la opresión de los regímenes autoritarios y por la cultura de la violencia. Como antecedentes, se pueden mencionar las clasificaciones realizadas por tres importantes críticos de la literatura guatemalteca: Seymour Menton, Dante Liano y Arturo Arias. El primero, en Historia Crítica de la Novela Guatemalteca1, clasificó dentro de la “nueva novela guatemalteca” obras como Los compañeros de Marco Antonio Flores en 1976, Los demonios salvajes de Mario Roberto Morales en 1978, y Después de las bombas de Arturo Arias y El pueblo y los atentados de Edwin Cifuentes en 1979, con características de una literatura comprometida, social, local y afectada por la violencia.
En Visión crítica de la literatura guatemalteca2 del doctor Dante Liano, se clasificó un grupo similar como la “narrativa de la violencia”, dentro de la cual se encuentran Los días de la selva de Mario Payeras en 1980, Las catacumbas de Adolfo Méndez Vides en 1987, El tiempo principia en Xibalbá de Luis de Lión, además de las novelas estudiadas por Seymour Menton.
Por último, Arturo Arias estudia novelas guatemaltecas de las décadas de 1970 y 1980 en La identidad de la palabra3, donde reúne El tiempo principia en Xibalbá de Luis de Lión, Las catacumbas de Méndez Vides, El lugar de su quietud de Dante Liano publicada en 1989, y reflexiones autocríticas de su narrativa.
Es decir, encontramos similitudes en tres estudios críticos acerca de la narrativa guatemalteca en la década de 1970 y parte de la del 80. Los autores que, según estos tres críticos, forman parte de esta clasificación son Marco Antonio Flores, Mario Roberto Morales, Edwin Cifuentes, Arturo Arias, Mario Payeras, Adolfo Méndez Vides, Luis de Lión y Dante Liano. De las tres denominaciones, aunque Arias no otorgó un nombre específico, me parece que el de la “narrativa de la violencia” es el que mejor define las características de las obras.
Los tres estudios críticos constituyen un valioso aporte para la comprensión de la literatura guatemalteca que siguió una misma línea temática afectada por los hechos violentos en Guatemala. No es difícil darse cuenta las coincidencias de estos tres críticos en las obras escogidas para analizar, lo cual demuestra una homogeneidad en la literatura guatemalteca hasta finales de los años 70, y algunas rebasando la frontera de los 80.
Sin embargo, no se deben olvidar los factores de cambio social que transformaron la sociedad guatemalteca, y por ende, la literatura. Entre estos factores de cambio social, se pueden mencionar como factores internos la vuelta a la constitucionalidad entre 1983 y 1985, el inicio de los gobiernos civiles en 1986, el inicio de las conversaciones entre el gobierno y la guerrilla que desembocó en la Firma de la Paz en 1996. También, como factores externos habría que mencionar las confrontaciones y ceses de fuego en El Salvador y Nicaragua, las reuniones presidenciales centroamericanas en Esquipulas, la decadencia del comunismo y las nuevas corrientes de pensamientos reunidas en la posmodernidad.
De estos cambios sociales se puede inferir un cambio de actitud de la sociedad y literatura guatemaltecas, que se manifiestan en una nueva forma de narrar, en este caso, alejándose, aunque no del todo de la temática de la narrativa de la violencia, expresada por Menton, Liano y Arias; además, la introducción de nuevos valores posmodernos.
En el epígrafe que dio inicio esta puesta en común, se refiere a un relato de Marco Augusto Quiroa incluido en Semana menor, llamado Plaza vacante4. En él se denota un cambio de actitud en el guatemalteco ante la violencia. El argumento es sencillo: durante el conflicto armado, un maestro de escuela rural se ve obligado a decidir entre unirse al Ejército, a la Guerrilla o irse a la Capital a buscar trabajo. Es un martes, día en que llega la camioneta que va a la Capital, y también día en que llegará la Guerrilla a reclutar gente. El relato termina con: “Ahora sí me la pusieron difícil.”5, denotando la existencia ya de una alternativa: violencia o evasión. No sabemos qué decidió, pero es visible el intento, al menos, de buscar otra opción.
A partir de la década de 1980, debido a los factores de cambio social producidos tanto interna como externamente, la narrativa, y la literatura guatemalteca en general, surge como una crisis, enfrentada por la alternativa de la decisión, como en el relato de Quiroa. A partir de esta década, la narrativa empieza a desligarse de la violencia, para iniciar otro camino, si no de total separación, al menos no se presentará la violencia como el ambiente en que se desarrollan las obras, ni como leit motiv. Más adelante, en 1996, con la Firma de la Paz en Guatemala, habría que pensarse en una especie de “poshistoria” guatemalteca, según la terminología posmoderna. Ya a finales del siglo, y lo poco que hemos podido observar en los primeros años del siglo XXI, la narrativa tenderá a adquirir características de la posmodernidad. Todas estas consideraciones no deberían plantearse como fenómenos aislados, y suponen para la literatura una línea que marcó las tendencias, desde la desvinculación de la violencia, a partir de la década de 1980, hasta la narrativa de la posmodernidad, a finales del siglo XX. Así, pues, propongo una línea histórica que muestra el desarrollo de la narrativa guatemalteca hasta alcanzar patrones posmodernos universales.
Para clasificar de algún modo las características de esta narrativa, llamaré a esta tendencia como “narrativa de la posmodernidad”. Esta narrativa surge como la crisis ante la alternativa entre violencia y evasión. Se caracteriza por el rechazo aparente de la violencia como ambientación de las obras, aunque esto no signifique que no pueda aparecer, y la presencia de valores posmodernos. A medida que avanza el tiempo, la violencia en la narrativa tiende a desaparecer, y los valores de la posmodernidad se presentan más definidos. He dividido la “narrativa de la posmodernidad” en cuatro grupos, a la cual refiero dos autores de cada uno como paradigmáticos del grupo. Éstos son:
antecedentes de la posmodernidad (anterior a 1980): Lo demás es silencio6 de Augusto Monterroso y El tiempo principia en Xibalbá7 de Luis de Lión;
desvinculación de la narrativa de la violencia (década de 1980): Semana Menor8 de Marco Augusto Quiroa y Después del tango vienen los moros9 de Luis Alfredo Arango;
transición hacia la narrativa de la posmodernidad (década de 1990): Mariana en la tigrera10 de Ana María Rodas, y El cojo bueno11 de Rodrigo Rey Rosa, y
narrativa de la posmodernidad (finales del siglo XX y principios del XXI): La estética del dolor12 de Estuardo Prado, y Errar la noche13 de Ronald Flores.
Debido a la extensión en el análisis de esta línea evolutiva, he decidido presentar en esta ocasión las características de la posmodernidad de Semana menor de Marco Augusto Quiroa. Esta decisión está tomada por la normativa de presentar únicamente producciones literarias de 1980 a la fecha, por lo cual, El tiempo principia en Xibalbá y Lo demás es silencio quedan fuera de este patrón. En su orden, Semana menor sería la obra narrativa más temprana que he considerado y que entra en el rango temporal establecido para esta ponencia.
La narrativa de la violencia fue concebida en la década de los 70, periodo de mayor recrudecimiento del conflicto armado en Guatemala. Sin embargo, fue en sus años finales que ocurrieron dos factores de cambio para la sociedad guatemalteca: uno, la presión estadounidense para la transición a la constitucionalidad iniciada en 1974 con el gobierno de Kjell Laugerud, y el terremoto de 1976, que permitió la organización social, la cual no era posible años anteriores por ser considerada subversiva. Aunque en gobiernos posteriores, entre 1978 y 1983, la violencia estatal llegó al extremo, a partir de 1983, con el gobierno de Mejía Víctores se inició un camino seguro hacia la constitucionalidad, y con ello, el debilitamiento de medidas represivas por parte del Estado en Guatemala. Fue a partir de este periodo que ocurre en realidad un cambio de mentalidad en la sociedad guatemalteca, por lo cual, debió de ocurrir un cambio en la literatura. En el año de la antesala de la actual Constitución, se publicó en 1984 Semana menor de Marco Augusto Quiroa, y ya en pleno gobierno civil, Después del tango vienen los moros de Luis Alfredo Arango en 1988. No es de extrañar que estos dos autores nacieran en el interior del país, Quiroa en Suchitepéquez y Arango en Totonicapán, quienes junto a Luis de Lión años atrás representarían, además, una nueva corriente de escritores que se desvinculan de los centros urbanos, considerados intelectuales, en Guatemala. Aunque su gestación fue anterior, la publicación de El tiempo principia en Xibalbá ocurre en este periodo. Estas razones, tal vez socio históricas, suponen una desvinculación al tema literario hegemónico de ese tiempo. Cabe rescatar que esta nueva forma de literatura es contemporánea aún a la narrativa de la violencia, ya que publicaciones como Las catacumbas de Méndez Vides ocurre en 1987.
Marco Augusto Quiroa nació en 1937 en Chicacao, Suchitepéquez, y murió en Amatitlán, Guatemala en 2004. Su primera publicación, Semana menor, fue en 198414, impresa por la Tipografía Nacional. Quiroa fue acogido con esta publicación por el grupo RIN-78. Después, Quiroa forma un grupo propia con el nombre de La Rial Academia, con el cual lanzó una segunda publicación en 199415.
Semana menor es una colección de relatos breves, ordenados en los siete días de la semana que recorren a través de los tiempos, pasados, presentes y futuros. El autor utiliza los días de la semana con sus características para dar la entrada a sus textos, lo cual representa un recurso extratextual y que forma parte del ambiente de la narración. Algunas características de cada día utilizadas son: lunes, por ser primer día de la semana, retoma los mitos de la creación y las historias de los primeros hombres y mujeres según el Génesis; también es el día cuando pusieron las gallinas o día de caldo; miércoles de ceniza, viernes de dolores, Viernes Santo, Sábado de Gloria, Domingo de futbol. Además, utiliza algunas fechas como la Quema del Diablo o el Día de Santiago; otros cuentos inician con citas jocosas como Un día después del día anterior o sábado, el día que no hubo clases.
En su contenido, presentan dos tendencias: una, la de desmitificar (o reinventar) temas como el de la creación, la lucha del bien y del mal, la torre de Babel, el arca de Noé, el cubo Rubik, la erupción del Vesubio o los mayas, y personajes como Leda, Alejandro Magno, Jeffrey Swann, Lope de Vega, don Quijote, Gregorio Samsa y Jesús.
La otra tendencia temática trata sobre gente cualquiera, del pueblo; personajes anónimos, no como la tendencia anterior en donde los nombres sobresalen y son conocidos. Aquí surgen temas como el odio, la infidelidad, la muerte, la soledad, la paz, la felicidad, el temor al tomar una decisión equivocada, el desalojo, el alcoholismo, la hipocresía, el retorno, la sensualidad, el deseo, la frustración, el amor y el destino.
La línea histórica de la narrativa de la posmodernidad es coherente en esta obra, ya que existen nexos que unen Semana menor con El tiempo principia en Xibalbá, como son el uso de voces narrativas, la desacralización religiosa y el erotismo. En el primero, se recuerda que en la obra de de Lión, no se utilizan personajes marcados, sino que una serie infinita de personajes sin caracterización que prestan su voz al narratario; en Semana menor se encuentra esta característica. Por ejemplo, obsérvese este fragmento del cuento Vieja profesión:
“Tres largas cuadras de sudorcito helado y, buenos días don Chepe, buenos días don Paco, adiós doña Corona, hasta luego licenciado. Buenos días señor juez, mejor los tenga usted señor secretario.” (p. 33)
El uso del erotismo dentro de la narrativa guatemalteca estuvo un poco olvidada, hasta que de Lión rompe ese esquema en su novela. De la misma forma, Quiroa la utiliza en su cuento Todo el monte es de orégano:
“El saco sobre la silla, la bata abandonada en la alfombra. Las miradas profundas, los besos anhelantes, las caricias apasionadas y los cuerpos desnudos inaugurando el misterio de la creación, borrando los bordes del tiempo, rescatando universos olvidados y descubriendo los secretos de principio y del fin.
Por la ventana abierta penetra el aire fresco de este día de mayo e invade con su aroma campestre, su fragancia salvaje, su olor primario, los seres, las cosas, como si todo el monte, los valles, las montañas, los continentes y hasta los más lejanos rincones y las más pequeñas arrugas de la Tierra fueran de orégano.” (p. 119);
y aún mejor en Desnuda por la calle, donde es la mujer quien expresa el erotismo:
“Siento sus ojos negros fijos en mí, su mirada penetrante me recorre de cuerpo entero. Mis ropas caen una a una arrebatadas por sus pupilas quemantes, y camino desnuda por la acera mientras sus labios cálidos me besan apasionadamente los muslos, la espalda, los hoyuelos que tengo arriba de las nalgas. De pronto siento su boca en un lugar que no espero, me estremezco y pierdo el paso. La sangre me sube a las mejillas, camino rápido y siento cómo mis ropas vuelven a vestirme, se pegan a mi piel húmeda, no sé si por el sudor o su saliva.[...]
En los días siguientes regreso a la rutina anterior, a pasar a su lado, a sentir que sus ojos me desnudan y sus besos agresivos llegan a mis partes más íntimas, a mis rincones más recónditos, a mis cavidades secretas. Quepo entera en sus besos y los siento en cada poro de mi piel. Su boca ha sido creada para darme placer con sus labios, sus dientes, su lengua.” (p. 124);
ambos relatos ubicados en el día sábado, siguiendo la clasificación que realizó el autor en su obra, dando una característica sensual a este día16.
También vinculada con El tiempo principia en Xibalbá, se encuentra la desacralización, recordada en la ya muy famosa frase: “la Virgen de la Concepción era una puta.”, que en Semana menor se expresan de diferentes maneras: “Se amishó y bajó la vista, y yo aproveché para decirle que con los cachetes colorados se parecía más a nuestra Señora del Carmen.” (p. 19), “San Juan le sigue con su cara de adolescente maricón mejillas azuladas.” (p. 54), “La viva estampa de la Magdalena del Calvario” (p. 109), “Alizarine Crimson es un ángel de carne y hueso, creado a imagen y semejanza de la Virgen María.” (p. 134), entre otras citas.
Entre las características de Semana menor que presentan un antecedente a la posmodernidad son la deconstrucción, la ficción del yo, el fin de las grandes narrativas y la hiperrealidad.
Un principio de la deconstrucción en Semana menor, aunque sin ser realmente esto, se presenta en La máquina de la felicidad (p. 50), en el cual el autor, después de exponer su texto, ofrece una nota de prensa de The Boston Globe de donde se supone que se inspiró para la escritura, ofreciendo así “una verdad” detrás del texto.
En Semana menor se encuentra el principio lacaniano de la ficción del yo en El espejo (p. 84), donde un hombre se sienta en una mesa de un bar. Tiempo después, otro hombre se sienta frente a él, en la misma mesa por la ausencia de lugar. Como no se conocen, no platican y se ven de frente, como en un espejo, y piensan de forma similar. En la narración se confunde quién es quién, utilizando el recurso de las voces discursivas. Solo se diferencian porque un hombre lleva cuatro tragos y el otro, dos. Al identificarse a sí mismo, y después de un largo silencio platican como si se conocieran. El primer hombre se va, y al poco tiempo otro hombre se sienta enfrente, iniciando un nuevo proceso de la Fase del espejo. También en Vivo retrato (p.164), último cuento de la obra, un hombre se ve al espejo y piensa que cada vez se parece más a su padre muerto. Reflexiona que en vida no se parecían en el físico ni en el carácter. Al final, el hombre del espejo le habla. En este caso, la identidad de la persona se percibe únicamente hasta que se ve al espejo. El significado de sí mismo se logró a través de la imagen del espejo, que es el significante, y al mismo tiempo, la figura de su padre.
El fin de las metanarrativas se presenta como el escepticismo hacia Dios. El ejemplo más claro se encuentra en Una buena razón (p. 29), donde un grupo de creyentes asiste a la iglesia y no pueden celebrar el culto porque Dios no llegó. Esto rompe con una creencia de fe que considera que Dios estará en su casa; pero Quiroa rompe esta metanarrativa vinculada a la religión. ¿No es parte de la posmodernidad desconfiar especialmente de aquellas creencias concebidas únicamente por fe? Una idea similar se maneja en El hijo del hombre (p. 105), donde Jesús se desespera por la maldad, y piensa que un día volverá la tierra para hacer justicia, aunque lo tilden de subversivo y lo torturen hasta matarlo; pero asegura que no resucitará de nuevo: “Para que a todos se los lleve la chingada.” (p. 106)
Y por último la hiperrealidad, que se refiere a vivir en un engaño de realidad, como un producto de la opinión que forman los medios de comunicación masivo y la cultura consumista, se refleja especialmente en dos relatos: La bolita de sabores (p. 69) y Las puertas (p. 75). En el primero, un joven tiene una bolita que contiene todos los sabores del mundo, que llega a él con solo imaginarlos. Así prueba el sabor del éxito, de los diamantes, de Marilyn Monroe, el sabor de la derrota de Napoleón, en fin, todo lo que quisiera; pero terminó cuando pensó en el sabor de la muerte, y ahí acabó la historia. El segundo relato presenta la felicidad como un engaño o hiperrealidad:
“Cuando le quitaron la venda de los ojos y lo dejaron solo, el hombre se encontró en la penumbra del pasillo ante una puerta con un letrero: “A la felicidad”. La abrió y encontró otra igual. Y luego otra y otra y otra... Envejeció y murió abriendo y cerrando puertas.
Nunca supo que era un pasillo circular.” (p. 75)
Además de estas características, dentro de Semana menor se pueden encontrar otras que nos refieren a la posmodernidad17; pero por razones de tiempo considero terminar aquí la ponencia, pero quisiera recordar, que más que presentar las características de una obra, quise encaminar una investigación hacia una nueva literatura en Guatemala a partir de 1980. Espero que este análisis de Semana menor haya servido de guía para la continuación del trabajo. Muchas gracias.
1 MENTON, S. Historia crítica de la novela guatemalteca. Guatemala: Editorial Universitaria, 1985.
2 LIANO, D. Visión crítica de la literatura guatemalteca. Guatemala: Editorial Universitaria, 1997.
3 ARIAS, A. La identidad de la palabra. Narrativa guatemalteca a la luz del Siglo XX. Guatemala: Artemis Edinter, 1988.
4 QUIROA, M. Semana menor. Guatemala: Editorial de la Rial Academia, 1994, p. 53-55.
5 Id. p. 55
6 MONTERROSO, A. Lo demás es silencio. México: Mortiz, 1978.
7 LION, L. El tiempo principia en Xibalbá. Guatemala: Artemis Edinter, 1997.
8 Op. cit.
9 ARANGO, L. Después del tango vienen los moros. Guatemala: Editorial del RIN-78, 1988.
10 RODAS, A. Mariana en la tigrera. Guatemala: Artemis Edinter, 1996.
11 REY ROSA, R. El cojo bueno. Madrid: Alfaguara, 1996.
12 PRADO, E. La estética del dolor. Guatemala: Editorial X, 1998.
13 FLORES, R. Errar la noche. Guatemala: Artemis Edinter, 2000.
14 QUIROA, M. Semana menor. Guatemala: Editorial del RIN-78, 1984.
15 QUIROA. M. Semana menor. Guatemala: Editorial de la Rial Academia, 1994. Me basé, para la investigación, en esta edición. De ahora en adelante, todas las citas se refieren a esta edición.
16 Excepto uno, todos los relatos que forman parte del día sábado, tienen alusiones eróticas: un beso de Sofía Loren, una relación adúltera, cuerpos desnudos sobre un río, encuentros, una chica de Filadelfia, y la historia de dos parejas que se engañan entre sí, además de los dos ejemplos mencionados.
17 Las otras característica de la posmodernidad encontradas en Semana menor son: vuelta a figuras clásicas, eclecticismo, el simulacro, otredad, el terror al vacío, el principio antrópico, fundamentos genéticos, inicio de la poshistoria, gusto por lo regional en oposición con lo universal, formas intertextuales (ironía, parodia, pastiche, cita), relativismo, heterogeneidad, hedonismo estético, antiesencialismo y el zapping o conciencia cero.

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