Desde que surge los primeros viajes de Cristóbal Colón, en los que tocó tierras caribeñas, se registraron contactos lingüísticos con comunidades indígenas. De esa cuenta, se introdujeron en el léxico numerosas palabras indígenas, las cuales denominaban nuevas especies de plantas y animales, pueblos, culturas y fenómenos meteorológicos. Ese primer acercamiento fue tan fuerte, que los exploradores que viajaron a otras regiones llevaron las palabras a otros rincones del continente que desplazaron los términos regionales; por ejemplo, palabras que aún subsisten, como hamaca, huracán, canoa, maíz, entre otras.
Con el paso del tiempo, los escritores y los sectores poderosos de la Colonia en América, dieron preferencia, ya sea por el contacto con las comunidades indígenas, o porque no existía el término en castellano para denominar algunas palabras, que prefirieron utilizar léxico de sustrato indígena.
Pero, además de los sustratos léxicos, existen dudas sobre la influencia indígena en el español de América; para algunos, sí existe ese sustrato; para otros, las características sintácticas, morfológicas y fonéticas se explican por otros fenómenos.
La tendencia a considerar el sustrato indígena como principal explicación de la evolución del español en América, surge como una de las primeras teorías. Esto surge por la tendencia iniciada por el dialectólogo Graziadio Ascoli, quien suponía que todas las lenguas romances habían evolucionado de manera distinta debido a los sustratos.
En el siglo XIX, ante la ausencia de estudios serios sobre el español de América y de cada una de las regiones de España, se consideraba que la teoría del sustrato, como explicación de la evolución particular del español de América, era la más adecuada.
El primero en aplicar esta teoría en el habla de una región americana, fue el lingüista alemán Rudolf Lenz, que realizó estudios en Chile, donde observa una serie de rasgos lingüísticos particulares del español en ese país, y los explica a través del sustrato de las lenguas araucana y mapuche.
Tiempo después, fue el lingüista y humanista Pedro Henríquez Ureña el que realiza una división dialectal de América en cinco zonas, tomando en cuenta los sustratos, de sendas lenguas indígenas: azteca, maya, quechua, guaraní y araucano.
Según el pensador dominicano (Henríquez Ureña), la realización tensa de /s/ y la realización [Ø] de las vocales átonas en unión con /s/ en la altiplanice mexicana se deben a la influencia del sustrato indígena náhuatl. (Vaquero 16)
El anterior es un ejemplo de las consideraciones que realizaba Henríquez Ureña. Otros lingüistas también consideraban este influjo indígena; por ejemplo, el venezolano Ángel Ronseblatt, atribuye al sustrato el consonantismo, el vocalismo y la entonación de las tierras altas de América a la influencia de las lenguas indígenas, ya que se desvía bastante del castellano peninsular.
Por su parte, Bertil Malmerg reconoce en el español americano aspectos fonéticos, morfosintácticos y léxicos de lenguas indígenas, especialmente de la influencia del guaraní en Paraguay, y del náhuatl en México.
También, Rafael Lapesa acepta que el español americano pudiera tener elementos indígenas:
Muy probablemente es que se mantengan caracteres prehispánicos en la entonación hispanoamericana, tan distinta de la castellana. La entonación del español de América, muy rica en variantes, prodiga subidas y descensos melódicos, mientras la castellana tiende a moderar las inflexiones, sosteniéndose alrededor de una nota equilibrada. (Lapesa 552)
Sin embargo, estas teorías del sustrato poco a poco fueron perdiendo validez, básicamente por dos razones: el desarrollo de nuevas teorías sobre la evolución del español de América (como la teoría poligenética, la de la hidalguización, la andalucista, entre otras, que se desarrollarán más adelante), y, por ende, la explicación de algunos fenómenos lingüísticos que tenían base en otros elementos lejanos al sustrato.
Por ejemplo, Max Leopold Wagner desmintió las teorías del sustrato que Lenz había desarrollado para el español de Chile:
Wagner advirtió que muchos de los rasgos fonéticos del español chileno que Lenz había considerado de procedencia araucana tenían raíz profundamente hispánica, aunque admitía aún algunas de las suposiciones araucanistas de Lenz: asibilación de la /ř/, articulación prepalatal del grupo /tr/, pronunciación alveolar de /d, t, n, s/ en contacto con /r/. Amado Alonso demostró posteriormente que todas esas particularidades del español chileno podían explicarse fácilmente dentro del sistema lingüístico castellano. (Lope 28)
El desarrollo de las nuevas teorías cada vez proporcionaban más luces para desmentir que las características del español de América se debieran exclusivamente al sustrato, tal como lo explicó Amado Alonso, que fue uno de los lingüistas que más aportó al respecto:
Con ello las teorías basadas en la fuerza del sustrato indígena como determinante de las peculiaridades del español americano sufrieron gran menoscabo, y empezó entonces a dudarse de la legitimidad de recurrir siempre a las lenguas de sustrato para explicar los rasgos característicos de las hablas hispanoamericanas. (Lope 28-29)
Por el contrario, otras teorías (como las que se indicó que se explicarían más adelante) dan más importancia a otros aspectos, incluso lejanos a la Lingüística. Por ejemplo, para al ya mencionado Malmerg, el español de América ha influido sobre todo las razones socioculturales de cada una de las zonas del continente, lo cual puede incluir los sustratos, pero no como explicación final y suprema:
Opina Malmerg que, en efecto, el español castizo y conservador del Perú se explica por la historia sociocultural de esa zona, en la que se fundó la primera Universidad de América y donde los criollos, en gran desventaja numérica frente a los indios y mestizos, se mostraron puristas, como sucede siempre con los grupos minoritarios. Por ello, ni el fonetismo quechua ni el aymará pudieron influir en el sistema fonético del Perú ni de Bolivia. En cambio, el español de Chile, territorio colonizado por labradores, es de carácter rústico, sin que en sus peculiaridades se reconocí influencia ninguna del araucano. (Lope 31)
A pesar de esto, los lingüistas coinciden que sí existen algunos sustratos, especialmente en el aspecto léxico. Obviamente, muchas cosas eran desconocidas para la cultura europea y para la lengua española, por lo que se debieron utilizar los términos de las palabras indígenas que las designaban. De esa manera, opina Wagner:
Hay evidente influencia indígena en el léxico, en especial de las lenguas antillanas, que fueron las que primeramente entraron en contacto con el español (maíz, batata, sabana, etc.); siguen en importancia numérica los términos tomados del náhuatl (jícara, cacahuate, petaca, etc.), y luego —ya en menor proporción— las voces de origen quechua (cóndor, guano, etc), guaraní (tapir, ñandú) y araucano (gaucho). (Lope 29)
Sin embargo, para la mayoría de lingüistas, las palabras que designan animales y plantas rara vez son utilizadas fuera del contexto, por lo que no deben ser considerados como verdaderos sustratos. De hecho, posiciones más radicales, como la de Malmerg, indican que los aspectos léxicos no deben ser considerados como influencias lingüísticas reales:
Opina Malmerg que no deben considerarse verdadero sustrato los casos de préstamos léxicos, sino sólo los efectos de la acción ejercida sobre el sistema gramatical o fonético de la lengua invasora por parte de la lengua de sustrato. (Lope 30)
En el aspecto fonético, es menor el sustrato presente, pero, algunos, como Wagner, se animan a mencionar algunos ejemplos:
Es también evidente la influencia indígena en la entonación, y no falta tampoco —aunque en menor escala— en el sistema fonético, reconocible, por ejemplo, en la particular articulación de las «consonantes heridas» /k’. p’. t’, tſ’/ —acabadas en una oclusión glotal, por influencia maya— característica del español de Yucatán, o en la acentuación grave de todas las palabras, propia de algunas zonas andinas (hácer), que podría deberse al sustrato quechua. (Lope 29)
También, Wagner menciona algunos sustratos en la morfología:
Y aun es posible reconocer cierta influencia indígena en las morfología y la sintaxis del español de algunas regiones americanas (sufijo —eco, del náhuatl écatl, por ejemplo). (Lope 29)
Hasta aquí lo que, grosso modo, han indicado los lingüistas sobre el sustrato del español de América, el cual en los primeros estudios se sobrevaloró, y los últimos han demostrado que esta influencia no es tan fuerte. Sin embargo, habría que tomar en cuenta los cambios, de carácter sociopolítico, que se han registrado en los últimos años en América, sobre todo en los países con mayor presencia indígena, como Bolivia, Perú, Paraguay, Guatemala, Ecuador y México, en donde se ha impulsado el fortalecimiento de las lenguas indígenas. Por ejemplo, en Paraguay, el guaraní ha sido declarado desde hace mucho tiempo como el idioma oficial junto con el español. Por tal razón, la mayoría de estudiosos del tema han indicado que en Paraguay sí existe un sustrato más o menos visible del guaraní. En otros países, la cooficialidad no existe aún, pero, especialmente los literatos, se han esmerado en valorar las influencias indígenas en la lengua, aunque éstas no tengan valor científico.
Por ejemplo, José María Arguedas, novelista peruano, introducía en sus narraciones elementos del quechua, llegando incluso a explicar su naturaleza lingüística, otorgándole a sus obras una característica especial. Tal es el caso de Los ríos profundos, donde suceden explicaciones como la siguiente:
La terminación quechua yllu es una onomatopeya. Yllu representa en una de sus formas la música que producen las pequeñas alas en vuelo; música que surge del movimiento del objetos de leyes. Esta voz tiene semejanza con otra más vasta: illa. Illa nombra cierta especie de luz y a los monstruos que nacieron heridos por los rayos de la luna. Illa es un niño de dos cabezas o un becerro que nace decapitado; o un peñasco gigante, todo negro y lúcido, cuya superficie apareciera cruzada por una vena ancha de roca blanca, de opaca luz; es también illa una mazorca cuyas hileras de maíz se entrecruzan o forman remolinos; son illas los toros míticos que habitan el fondo de los lagos solitarios, de las altas lagunas rodeadas de totora, pobladas de patos negros. Todos los illas, causan el bien o el mal, pero siempre en grado sumo. Tocar un illa, y morir o alcanzar la resurrección, es posible. Esta voz illa tiene parentesco fonético y una cierta comunidad de sentido con la terminación yllu. (Arguedas 97)1
También, es de resaltar la influencia que tienen las lenguas indígenas para el español de Guatemala. Este país, como México, Perú, Bolivia y Paraguay, tienen un grupo numeroso de indígenas, que habitualmente son bilingües. En la historia, no se han registrado los sustratos indígenas; sin embargo, a raíz de algunos compromisos de los Acuerdos de Paz, tales como promover el respeto hacia las culturas indígenas, ha cobrado mucho auge el estudio de estas lenguas. Asimismo, algunos autores indígenas han logrado publicar en los últimos años, imponiendo algunas de las características del español guatemalteco explicado por el sustrato de estas lenguas.
El ejemplo talvez más paradigmático sea el de la poesía de Humberto Ak’abal, en cuya obra se pueden encontrar algunos ejemplos que explican algunas características del sustrato indígena en el español guatemalteco.
Por ejemplo, el uso de onomatopeyas originales en la región:
Xi’r xi’r xi’r...
la tembladera del grillo.
Xi’r xi’r xi’r...
sigue y sigue sin parar
¡y a saber cuándo termina!
Al despertarme yo lo miro.
¡El mentado grillo
ya se ha dormido! (Ak’abal 23)
Además, en el ejemplo anterior se puede notar la existencia de los sonidos glotales, cuya grafía se representa por el apóstrofo. También, y más característico, es el sonido /
Este sonido está bastante enraizado en la fonética guatemalteca. Otro ejemplo, siempre dentro de la poesía de Ak’abal, es:
“Ratón, ratón,
te doy mi diente
y me das el tuyo.”
Y lo tira al tejado.
La muchachita
se cubre la boca
con su mano o con un paño
cada vez que ríe.
Siente vergüenza.
¡Está xolca! (Ak’abal 85)
Esta palabra, xolca (/
Así, dentro de la poesía de Ak’abal se pueden encontrar varios sustratos indígenas, sobre todo en el aspecto léxico:
La marimba
se desbarata en sones
a la sombra de arrayanes
en el patio de la casa.
Pol-ik, tamal de maíz,
guaro de olla...
La fiesta está alegre,
—es un casorio—. (Ak’abal 43)
La grafía
En otro tema, se considera que únicamente las lenguas indígenas precolombinas forman parte del sustrato. Sin embargo, algunos lingüistas consideran que también los sustratos africanos deben ser considerados.
Las lenguas africanas pudieron haber influido en el español de América, debido a la gran cantidad de habitantes de ese continentes que fueron traídos para trabajar en estas tierras.
La influencia solía no considerarse, pero, debido a la denominada “poesía negrista”, fue que el hablar de la población afroamericana se evidenció, e inició a ser estudiada.
Uno de los poetas más destacados que reflejó en parte de su obra el hablar de los descendientes de los esclavos africanos, fue Nicolás Guillén. Por ejemplo, su libro Los motivos del son está lleno de esos ejemplos:
MULATA
Yo ya me enteré, mulata,
mulata, ya sé que dise
que tengo la narise
como nudo de cobbata.
Y fíjate bien que tú
no ere tan adelantá,
poqque tu boca e bien grande,
y tu pasa, colorá. (Guillén 88)
TÚ NO SABE INGLÉ
Con tanto inglé que tú sabía,
Bito Manué,
con tanto inglé, no sabe ahora
desí ye.
La mericana te buca,
y tú le tiene que huí;
tu inglé era de etrái guan,
de etrái guan y guan tu tri.
Bito Manué, tú no sabe inglé,
tú no sabe inglé,
tú no sabe inglé.
No te enamore ma nunca,
Bito Manué,
si no sabe inglé,
si no sabe inglé. (Guillén 92)
En estos dos ejemplos, se puede observar la tendencia de sustrato africano en el español de América, que se refleja en la desaparición de algunas consonantes, sobre todo las finales, y la preferencia por las palabras agudas, y, en todo caso, cortar sílabas a la palabra para que el acento recaiga en la última sílaba.
Sin embargo, estos ejemplos están sesgados, ya que algunas características de esta habla son artificiales, precisamente porque el poeta necesitó, por razones de ritmo y rima, escribirlas de esa manera. Pero, algunos estudios de carácter científico han reconocido cierta influencia de las lenguas africanas en el español, no sólo de América, pero que se desarrollan especialmente en el continente.
Por ejemplo, para John Lipski, algunos de los ejemplos de sustrato léxico en el español son (Lipski 143-144):
banano/banana;
batuque: danza africana, popular en Argentina y Uruguay;
cachimbo/cachimba: pipa;
candombe: grupo de baile;
dengue: tiene distintos significados, como “mojigatería”, esclavina o, como el más usado, enfermedad tropical;
gandul/guandul/guandú: “guisante”; es distinto a la palabra de origen español que significa “vago”;
marimba;
milonga: tipo de música y de baile;
mucama: criada, y
ñame.
En el aspecto fonético, Lipski refiere otros ejemplos:
el cambio de /y/ y /č/ a /ñ/ (Lipski 145);
el paso de la /d/ intervocálica a /r/ (Lipski 145);
el debilitamiento de consonantes finales de sílaba, en especial la pérdida de /l/, /r/ y /s/ (Lipski 145), y
lateralización de /r/ final de sílaba (Lipski 147).
En términos generales, los sustratos del español de América, al parecer, ofrecieron pocos motivos para diferenciarlo y evolucionar en forma diferente al español peninsular. Sin embargo, existen algunos ejemplos bastantes claros sobre los sustratos.
En el orden léxico, existe gran aporte de las lenguas indígenas, pero la mayoría de estas palabras fueron asimiladas por el español peninsular también, por lo que no ofrece una diferenciación como forma dialectal.
En los otros planos, morfológico, sintáctico y fonético, los sustratos son casi imperceptibles, pero sí colaboran, aunque en mínima parte, a diferenciar el español de América.
Las características del español de América
En una descripción muy general, pero muy certera, se puede referir las diferencias que observa Malmerg en el español de América, las cuales se pueden enumerar tal como siguen (Malmerg 119-127):
diptongación de los hiatos aí y aú: /país/ > /pájs/, /baúl/ > /báwl/ (Malmerg 120);
seseo: desaparición del sonido /θ/, sustituyéndolo por /s/: “cinco”, / θinko/ > /sinko/; “luz”: /luθ/ > /lus/ (Malmerg 120);
yeísmo: pérdida del sonido de la “ll”, /λ/, confundiéndolo con el de la “y”, /y/: “pollo”: /poλo/ > /poyo/ (Malmerg 120);
aspiración de la s al final de la palabra, y antes de consonante (Malmerg 121);
asibilación de la “rr” (Malmerg 121);
leísmo (Malmerg 122);
pérdida del pronombre de la segunda persona plural, vosotros/vosotras, y sustitución por ustedes; asimismo, la pérdida de las formas verbales de este pronombre (Malmerg 122-123);
preferencia del subjuntivo terminado en {–ara}, en lugar de la terminación en {–ase} (Malmerg 122-123);
la construcción de la perífrasis voy a + infinitivo, para sustituir el futuro perfecto simple (Malmerg 123);
la concordancia del sujeto gramatical del verbo hacer en plural: hubieron perros, cuando en España se prefiere hubo perros (Malmerg 123);
la utilización de algunas palabras que se refieren a fenómenos meteorológicos o biológicos exclusivos de América (Malmerg 124);
el cambio de significado de algunas palabras (Malmerg 125), y
la asimilación de anglicismos, por influencia a la cercanía con Estados Unidos (Malmerg 126-127).
Sin embargo, la enumeración de estas características supone que el español de América es homogéneo en todo el bloque. De hecho, la mayoría de lingüistas han intentado de crear clasificaciones de la región americana con base en las características de cada lugar.
Como se indicó arriba, el primer criterio para la subdivisión fue la presencia de los sustratos, realizada por Henríquez Ureña. Sin embargo, esta teoría, como también se mencionó, ya está en la mayor parte descalificada. Por tal razón, los lingüistas han intentado realizar otras clasificaciones.
Uno de los criterios tomados para la clasificación es la separación de tierras altas y de costas, además de reconocer cierta influencia del clima en la configuración de pueblos que atraían a cierto grupo de personas.
Según esta teoría, los colonizadores andaluces buscaron territorios parecidos a sus tierras natales, por lo que se asentaron en las costas; esto provocaría que el español de estas regiones tuviera una especial configuración. De la misma forma, las altas autoridades españolas, siguiendo un patrón predefinido por la Corona, fundaron sus ciudades en las tierras medias y altas de América, por lo que en esas tierras se asentó un tipo de población con mayor grado de escolaridad, y con más “corrección” en la forma de hablar.
Sin embargo, esta forma de clasificación supone muchos problemas, como el de suponer que en todas las costas y en todas las ciudades del altiplano, el español es igual. Además, está influida, en parte, por la teoría del andalucismo, la cual se describirá después.
Por tales razones, se ha preferido por clasificaciones de carácter más científico y lingüístico. Se han encontrado áreas en común, basándose en las isoglosas dialectales. Para este criterio, ha habido muchos lingüistas que han definido su clasificación; pero, básicamente, toman en cuenta los siguientes aspectos:
presencia del yeísmo
presencia del seseo
presencia del voseo
/s/ debilitada
/x/ = [h]
Y, según estas características, se establecen nueve zonas que presentan características en común:
zona caribeña, incluida la costa de México, Colombia, y el este de Panamá (yeísmo, /s/ debilitada y /x/ = [h]);
tierras altas de México (yeísmo);
Centroamérica y oeste de Panamá (yeísmo, seseo, voseo, /s/ debilitada y /x/ = [h]);
interior de Colombia y la Venezuela andina (voseo y /x/ = [h]);
costa del Pacífico de Colombia y Ecuador (yeísmo, seseo, voseo, /s/ debilitada y /x/ = [h]);
costa del Perú (yeísmo, /s/ debilitada y /x/ = [h]);
altiplano de Perú, Ecuador, Bolivia y noroeste de Argentina (sólo una tendencia no tan fuerte de voseo);
Chile (yeísmo, voseo y /s/ debilitada), y
Paraguay, este de Bolivia, Uruguay y la mayoría de Argentina (yeísmo, seseo, voseo y /s/ debilitada). (Lipski 29-31)
Sin embargo, estas clasificaciones son altamente difíciles de definir, y, pese al esfuerzo, no son totalmente ciertas, ya que contienen numerosas excepciones.
Por eso, aunque no es lo más idóneo, se ha preferido por definir características generales, y describir algunos rasgos del español en cada país, aunque esto no sea del todo válido, ya que las fronteras políticas no necesariamente representan las isoglosas.
Ahora, para ser más específicos, se presenta una clasificación, grosso modo, de los rasgos del español en América, en primer lugar, según sus componentes fonético, morfosintáctico y léxico, y luego se ofrecerá una descripción bastante superficial del español en cada uno de los países.
Fonético
Acento diferente, que provoca debilitamiento y desaparición de /n/ y /s/ (Quesada 44)
Diptongación de hiatos /aí, aú/ (Quesada 44)
Agudización: tendencia de pronunciar la sílaba tónica en la última sílaba (Centroamérica y Chile) (Quesada 45)
Entonación diferente a la frase interrogativa (Quesada 45)
En general, entonación diferente (denominado popularmente como “cantadito”), debido al sustrato indígena:
La entonación del español de América, muy rica en variantes, prodiga subidas y descensos melódicos, mientras la castellana tiende a moderar las inflexiones, sosteniéndose alrededor de una nota equilibrada. Cabe admitir influjos de igual procedencia en el ritmo del habla: el mejicano abrevia nerviosamente las sílabas átonas, mientras el argentino se detiene con morosidad antes del acento y en la sílaba que lo lleva, y el cubano se mueve con lentitud. (Lapesa 552)
Alternancias vocales: /e/ < /i/ (escribir > escrebir); /o/ < /u/ (sepultura > sepoltura); /a/ > /e, o/ (bastante > bestante) (Quesada 48)
Debilitamiento vocálico: pérdida de vocales átonas, sobre todo cuando están al inicio de una palabra: Santa Ana > /san’tana/; está oscuro > /ta’skuro/ (Quesada 48)
También el fenómeno anterior, antes o después de la /s/: oficina > /of’sina/; dientes /djents/. Asimismo, este fenómeno produce confusión, por ejemplo, en dos y doce, ya que la “e” final de esta última tiende a no pronunciarse (Quesada 49-50)
Diptongación de /ea, ee, eo, oa, oe/ > /ja, je, jo, wa, we/: pasear > /pasjear/ (Quesada 50)
Nasalización vocálica, cuando la vocal está entre, detrás o delante de consonantes nasales (Quesada 50)
Debido al debilitamiento de la /s/, existe tendencia a alargar vocales, para diferenciar algunos términos. Por ejemplo: pescado con pecado; patilla con pastilla; busque con buque. (Quesada 52)
Con relación a los fonemas oclusivos, se presentan tres casos:
neutralizaciones o alternancias: [asektar] aceptar, [op’tuβгe] octubre, [ak’soluto] absoluto [djaŋ’nostiko] diagnóstico;
vocalizaciones: [perfeito - perfeuto] perfecto, [asei’tar] aceptar, [auso’luto] absoluto, [dau’tor] doctor, [taisi] taxi;
pérdidas: [‘testo] texto, [do’tor] doctor (Quesada 53)
Como ya se mencionó en las características generales, la tendencia de la pérdida de la /s/.
Yeísmo y seseo.
Asibilación de la vibrante múltiple.
Tendencia de pronuncia la “h” con el fonema /x/, lo cual obligó, entre otras palabras, a aceptar la acepción de “jalar” ante el castizo “halar”.
El fonema africado /
Asibilación africada de /tr, dr/. (Quesada 73)
Neutralización de las líquidas /l, r/ (Quesada 75-76)
Morfosintáctico
Tendencia de agregar el artículo antes de un nombre propio: El Carlos (Quesada 77)
Pérdida del pronombre personal “vosotros” para la segunda persona del plural, y la pérdida de las formas verbales de este pronombre. (Quesada 82)
Utilización del posesivo “su, sus” exclusivamente para el pronombre de la segunda persona “usted, ustedes”, y la pérdida de éstos para la tercera persona “él, ella, ellos, ellas”. (Quesada 81)
Complejo uso de los pronombres “tú, usted y vos”, según las relaciones sociales; también incluye en el plano léxico, complejas fórmulas de tratamiento, que incluyen palabras como “don, doña”, por ejemplo (Quesada 83-93)
Confusión en el uso de las preposiciones (Quesada 95-97)
Concordancia entre sintagmas, cuando los verbos son haber, hacer y ser (Quesada 99-101)
Terminación del imperfecto indicativo en primera persona del plural –mos, que tiende a pronunciarse –nos. Por ejemplo: andábanos, íbanos (Quesada 101)
Léxico
Construcción de nuevas palabras, utilizando prefijos y sufijos característicos de América (Quesada 114-122):
a- (acolocharse)
des- (desabotonarse)
en- (enyuquillarse)
-ada (sudada, fanaticada)
-al (maizal)
-azo, en palabras que refieren golpes (pepinazo)
-dera, como aumentativo de acciones (molestadera, estudiadera)
-ear, para formar nuevos verbos (batear, camaronear)
-eca, -eco, -ense, -eño, para formar gentilicios (guatemalteco, costarricense, salvadoreño)
–erío, para referir abundancia de algo (hojerío, cangrejerío)
–era, -ero, para referir abundancia, oficio u origen (cucarachero, autobusero, matancero)
–illo, diminutivo peyorativo (equipillo)
–ista, para designar oficio o afiliación política (overlokista, peronista, sandinista)
–ito, diminutivo por excelencia (cebollita, corriendito, mamacita, adiosito, despuesito)
–ng–, para sustantivos peyorativos (bailongo, guachinango)
–ón, aumentativo peyorativo (lagartón)
–oso, para formar adjetivos (labioso)
–ote, aumentativo de cariño (dichosote)
–udo, para formar adjetivos peyorativos (caitudo, cuerudo, trompudo)
Construcción de palabras por composición (Quesada 122-123)
verbo + sustantivo o adjetivo (lustrabotas, mataburros, saltaperico)
sustantivo + adjetivo o sustantivo (gallogallina, ropavejero)
reduplicaciones (picapica)
pluriléxicos (gato de monte, palillo de dientes, )
Inserción de palabras por actividad (Quesada 124-128):
denominaciones personales (ladino, cimarrón, criollo, indio, macho, mestizo, mulato)
Referentes a la topografía o clima (canícula, invierno, huracán, tormenta tropical, tarde)
Relativas a la propiedad (estancia, hacienda, patio)
Relativas a comidas (almuerzo, merienda, sopa, alfeñique)
Referentes a la flora y fauna (arrayán, azulejo, encinillo, puna, jaguar)
Marinerismos (ensenada, flete, galera, amarrar)
Americanismos, cuyo uso en España es distinto (chaqueta, hincarse, cacería, fósforo, agarrar, aretes, potrero, flaco, banano, apartamento, haragán, pellejo, computadora) (Quesada 130-132)
Sustratos indígenas (barbacoa, cacique, canoa, ceiba, guayaba, hamaca, sabana) (Quesada 133-134)
del náhuatl (ayote, cacao, copal, jícara, milpa, petaca, quetzal) (Quesada 134-135)
del quechua (cancha, carpa, cóndor, guano, papa, puma) (Quesada 135)
del guaraní (maraca, ñandú, tapioca, coatí, jacaranda) (Quesada 136)
del araucano o mapuche (chamal, palpi, pololo) (Quesada 136-137)
del chibcha (chaquira, chicha) (Quesada 137)
Africanismos (bemba, bongó, guineo, marimba) (Quesada 139-140)
Anglicismos (aplicar, blúmer, clóset, fólder, guachimán, máster, pulóver, parqueo, zíper) (Quesada 141-143)
Galicismos (afiche, brasier, chance, chifonier, liceo) (Quesada 143-144)
Barbarismos (chao, citadino, école, quermés) (Quesada 144-145)
Vocabulario técnico (agroindustria, antibélico, autocensura, cronograma, extraurbano, minisúper, multiétnico, narcodólar, petrodólar, tricampeón) (Quesada 145-146)
Países
Argentina
Malmerg
Modalidad anárquica y rústica: voseo, y rehilada > З, aspiración de –s final, nasalizaciones frecuentes (Lope 30)
Bolivia
Chile
Malmerg
modalidad rústica: aspiración de –s, palatización de x, existencia de voseo, abuso de las formas diminutivas, etc. (Lope 30)
Colombia
Costa Rica
Cuba
Ecuador
El Salvador
Guatemala
Honduras
México
Nicaragua
Panamá
Paraguay
Malmerg
modalidad híbrida: castiza, por cuanto que conserva la /λ/, los hiatos y no aspira regularmente la –s final; y a la vez influida por el guaraní, por cuanto que presenta una β- inicial fricativa, una —ďЗ— intervocálica africada, t y d alveolares (Lope 30)
Perú
Malmerg
modalidad sumamente conservadora y «castiza»: s apicoalveolar, -s final no aspirada, ausencia de voseo, x velar (Lope 30)
Puerto Rico
República Dominicana
Uruguay
Venezuela
El andalucismo del habla americana
La teoría del andalucismo del habla americana es, básicamente, la creencia que los colonizadores de la región de Andalucía que llegaron a América en los primeros tiempos del Imperio Español, configuraron las características del español de América.
Esta teoría se fundamenta en la observación de características comunes entre el español de América y el dialecto andaluz. Entre las características principales se encuentran: el yeísmo, el seseo, el uso de ustedes en vez de vosotros, entre otros.
Estos rasgos comunes, unidos a la hegemonía comercial sevillana durante la empresa colonial, han dado lugar a las teorías andalucistas.
Los defensores del andalucismo sostienen que los pobladores de esta región española fueron mayoría en las campañas colonizadoras de América, por lo que predominaron numérica y sociolingüísticamente durante el período de formación. Además, como complemento de la teoría, los colonizadores de otras regiones peninsulares, debían permanecer un año en Sevilla o Cádiz, conviviendo con andaluces, lo cual trae la hipótesis de una homogeneidad del español cuando se viajaba a América.
Las primeras suposiciones de estas teorías no fueron, en realidad, concretadas por ningún teórico en especial; simplemente se aceptaba el hecho de esta influencia andaluza. Sin embargo, lingüistas americanos defendieron el antiandalucismo, es decir, el rechazo a creer que el dialecto andaluz y el español de América se explican por un fenómeno común.
El abanderado de las posiciones en contra fue el ya mencionado Henríquez Ureña. Sin embargo, otros autores demostraron con creces que las características andaluzas y las americanas del español, se deben a fenómenos lingüísticos comunes:
Así, por ejemplo, niega Sanchís Guarner la influencia andaluza, por considerar —apoyándose en Henríquez Ureña— que el seseo americano es autóctono y heterogéneo del andaluz, ignorando, al parecer, los estudios de Lapesa, Menéndez Pidal, Catalán y otros (Lope 15)
En la actualidad, no hay un consenso real sobre si se acepta o no la teoría andalucista. De hecho, han surgido otras teorías que intentan explicar el origen del español americano, o al menos complementar los estudios, o explicar algunos de los fenómenos. Por ejemplo, una de las teorías más acertadas es la de Malmerg, que cree en una evolución del español basada en la historia sociocultural de la zona:
Opina Malmerg que, en efecto, el español castizo y conservador del Perú se explica por la historia sociocultural de esa zona, en la que se fundó la primera Universidad de América y donde los criollos, en gran desventaja numérica frente a los indios y mestizos, se mostraron puristas, como sucede siempre con los grupos minoritarios. Por ello, ni el fonetismo quechua ni el aymará pudieron influir en el sistema fonético del Perú ni de Bolivia. En cambio, el español de Chile, territorio colonizado por labradores, es de carácter rústico, sin que en sus peculiaridades se reconocí influencia ninguna del araucano. (Lope 31)
Como ya se apuntaba anteriormente, paralelo a la teoría andalucista, se creía en una clasificación de las isoglosas americanas, dividida en costas y tierras altas.
Actualmente, se considera que no sólo una teoría podría explicar “toda” la evolución del español americano, sino que se deben aceptar que cada isoglosa podría referirse a distinto fenómeno. Por tal razón, los teóricos han formulado distintas teorías, las cuales se resumen a continuación:
La teoría del sustrato: algunos estudiosos consideraron en su tiempo, que la evolución del español en América se debió a la influencia de las lenguas indígenas, pero, como ya se señaló arriba, esta teoría fue perdiendo fuerza, y actualmente sólo se aceptan algunos sustratos indígenas en el español americano.
La teoría poligenética: esta teoría, propuesta principalmente por Pedro Henríquez Ureña, propone que la evolución del español de América responde a fenómenos distintos al dialecto andaluz (por eso es poligenética). Sin embargo, algunos lingüistas han demostrado que algunos de los fenómenos lingüísticos de América responden al mismo origen del español andaluz, por lo que la teoría poligenética no puede ser del todo cierta. Una de las mayores pruebas consiste en demostrar que ciertamente la mayoría de colonos provenían de la región de Andalucía, y que los fenómenos lingüísticos ya se habían iniciado incluso antes de la venida de los españoles a América. La principal crítica que se puede hacer a la teoría poligenética, es que Henríquez Ureña se basó en motivaciones nacionalistas, y no tanto lingüistas, que respondían al tiempo que vivió, durante el centenario de las independencias de España, lo cual le provocó un rechazo a todo lo español.
La teoría de la hidalguización: Angel Rosenblat sostiene que la base del español americano está en el habla de los sectores medios y superiores de España. Esta teoría se basa en el estudio de la procedencia social y no regional de los conquistadores y colonizadores. El nombre viene de que las capas medias españoles vinieron a América a probar fortuna, y, al conseguirla, se “hidalguizaban”.
1 Esta explicación la realiza el narrador para explicar el nombre del capítulo, Zumbayllu, que significa trompo en quechua, y que es uno de los elementos centrales de la novela. Nótese la importancia de la explicación lingüística para crear una atmósfera “mágica” en la novela.
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